La marca de Atenea by Rick Riordan

La marca de Atenea by Rick Riordan

autor:Rick Riordan [Riordan, Rick]
La lengua: eng
Format: epub
ISBN: 978-0-8041-6948-6
editor: Knopf Doubleday Publishing Group
publicado: 2014-01-06T16:00:00+00:00


XXIV

Leo

Afros se parecía a su hermano, solo que era azul en lugar de verde y muchísimo más grande. Tenía los abdominales y los brazos de Arnold Schwarzenegger en el papel de Terminator y una cabeza cuadrada y tosca. Una enorme espada, a la que Conan habría dado el visto bueno, se hallaba sujeta con una correa a su espalda. Incluso tenía más pelo: una enorme esfera de rizos de color negro azulado, tan tupidos que sus pinzas de langosta parecían estar hundiéndose al intentar nadar hasta la superficie.

—¿Por eso te pusieron Afros? —preguntó Leo mientras se deslizaban por el sendero que partía de la cueva—. ¿Por el peinado afro?

Afros frunció el entrecejo.

—¿A qué te refieres?

—Nada —dijo Leo rápidamente. Por lo menos no tendría problemas para identificar a cada hermano—. Bueno, ¿qué sois exactamente?

—Ictiocentauros —dijo Afros, como si fuera una pregunta que estuviera cansado de responder.

—¿Iquiqué?

—Centauros pez. Somos medio hermanos de Quirón.

—¡Hombre, es amigo mío!

Afros entornó los ojos.

—Eso ha dicho la que se llama Hazel, pero determinaremos la verdad. Vamos.

A Leo no le gustaba cómo sonaba «determinar la verdad». Le hacía pensar en potros de tortura y atizadores al rojo vivo.

Siguió al centauro pez por un inmenso bosque de quelpos. Leo podría haber corrido hacia un lado y haber desaparecido fácilmente entre las plantas, pero no lo intentó. En primer lugar, supuso que Afros podría desplazarse mucho más rápido en el agua y que podría desactivar la magia que permitía a Leo moverse y respirar. Dentro o fuera de la cueva, Leo estaba igual de cautivo.

Además, no tenía ni idea de dónde estaba.

Flotaban entre hileras de quelpos, altas como bloques de pisos. Las plantas verdes y amarillas se balanceaban de forma ingrávida, como columnas de globos de helio. En lo alto, Leo vio una mancha blanca que podría haber sido el sol.

Eso significaba que habían estado allí por la noche. ¿Se encontraba en buen estado el Argo II? ¿Había seguido navegando sin ellos o todavía estaban buscándolos sus amigos?

Leo ni siquiera estaba seguro de la profundidad a la que se encontraban. Allí crecían plantas, de modo que no podía ser muy profundo, ¿no? Aun así, sabía que no podría subir nadando a la superficie. Había oído casos de personas que habían ascendido demasiado rápido y habían acabado con burbujas de nitrógeno en la sangre. Leo prefería evitar la sangre con gas.

Avanzaron flotando a lo largo de un kilómetro más o menos. Leo estaba tentado de preguntarle a Afros adónde lo llevaba, pero la gran espada sujeta a la espalda del centauro no alentaba precisamente la conversación.

Finalmente el bosque de quelpos se abrió. Leo se quedó boquiabierto. Estaban de pie (o nadando, lo que fuera) en la cima de una alta colina submarina. Debajo de ellos, en el lecho del mar, se extendía una ciudad entera de edificios de estilo griego.

Los tejados estaban revestidos de madreperla. Los jardines, llenos de coral y anémonas marinas. En un campo de algas había hipocampos pastando. Un equipo de cíclopes estaba colocando el tejado abovedado de un nuevo templo, empleando una ballena azul a modo de grúa.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.